Por Carlos Páez
de la Torre (h)
La primera Constitución "moderna" de Tucumán se sancionó en 1884.
Decimos "moderna" porque la anterior, de 1856, pertenecía al período
de la Confederación, cuando Buenos Aires estaba segregada del cuerpo nacional,
al que sólo se reincorporó luego de la reforma (1860) de la Constitución de
1853 y de la posterior batalla de Pavón.
Era necesario adecuar la carta provincial a aquella reforma nacional de 1860.
Se tardó mucho en hacerlo. Recién en 1872 se eligió una Convención
Constituyente, que sesionó un tiempo y entró luego en larguísimo receso. Hasta
que, en 1884, el gobernador doctor Benjamín Paz promulgó una ley (proyecto de
Tristán Lobo) por la cual quedaban cesantes los convencionales de 1872, se
convocaba a elegir nuevos en 30 días, y se daba a la Convención que resultare
un plazo de 6 meses para expedirse.
Rescataremos un entretelón poco conocido de esta última asamblea, que el 16 de
setiembre de 1884 sancionó la Constitución que rigió en Tucumán hasta 1907. El
entretelón proporciona una pista sobre el origen del proyecto y muestra que la
cesantía de los anteriores convencionales despertó escozor. Uno de los
flamantes constituyentes, el doctor Manuel Cornet, se entrevistó con el doctor
Próspero García, ex convencional de 1872, y pidió -y obtuvo- que este le
facilitase el proyecto que habían empezado a debatir años atrás, y que
parecería ser obra suya. Como esa reunión trascendió, a pedido de Cornet el
doctor García publicó una aclaración, en las columnas de "El Orden".
Expresó allí que efectivamente había entregado su proyecto de 1872 al doctor
Cornet, "como amigo particular y para que le diese el destino
indicado". Agregaba: "Me presté a poner al servicio de los trabajos
(constituyentes) mis pobres conocimientos en la materia, siempre que pudieran
ser útiles. No soy hombre de esquivar mis servicios cuando se me piden en bien
del país, sea cual fuere el color político de la persona que va a ponerlos en
práctica".
"Esta ha sido y será mi regla de conducta", añadía el doctor García.
"Y puedo invocar, en mi apoyo, hechos análogos ocurridos durante varias
administraciones que me han sido contrarias, sin que esto importe aceptar actos
arbitrarios, actos reprobables, como no he aceptado ni aceptaré jamás la ilegal
destitución de la Convención anterior". Terminaba: "He creído siempre
que por este camino el país quedará más tarde sin instituciones, aunque para
reformarlas se nombren nuevas Convenciones y nuevos convencionales".
Cabe aclarar que la administración Paz era roquista, mientras el doctor García
era acérrimo mitrista.
La madre
La heroína de Tucumán
Una cálida noche de octubre de 1841, una dama tucumana de 39 años, sigilosamente dejó su casa, avanzó hacia la plaza principal (hoy Independencia), donde estaba clavada una pica militar que, a la altura de un hombre, exponía la cabeza ya en descomposición, del infortunado Marco Avellaneda. La mujer arrebató la cabeza,que ya llevaba varios días en cruel exhibición, dispuesta por los vencedoresdel terrible enfrentamiento que provocara la insurrección que dirigió Avellaneda. La cabeza fueentregada a un sacerdote del convento de San Francisco, quien a su vez la habríapasado luego para ser inhumada en la capillade Jesús (hoy Esclavas), frente a la plaza Belgrano, o al cementerio contiguo ala capilla del Señor de la Paciencia (hoy Buen Pastor).
Muchosaños después (1888), el hijo del degollado, el presidente Nicolás Avellaneda,escribe a su hermano Eudoro, residente en Tucumán, pidiéndole que lleve aBuenos Aires “lo único que conservamos de sus restos”, o sea la cabeza rescatada por aquella valerosa mujer. Hoyestá en el cementerio de la Recoleta, en un adecuado monumento.
¿Yquién era esta valiente señora, que, desafiando el rigor y ferocidad de laguerra civil y de los militares que ocupaban la ciudad tomo tal decisión?
Setrataba de doña Fortunata García de García. Hija de don Calixto García y dedoña María Josefa Quintero, nacida en 1802, en el seno de una de las más antiguasfamilias de Tucumán. En efecto, los García venían desde la época de lafundación, descendiendo de Bernabé García de Valdez, natural de Asturias, quepasó a América y en Esteco fundó una familia con Magdalena Vázquez de Tapia, oriundade Talavera de la Reina, Castilla, que después se prolongó en San Miguel deTucumán, extendiéndose en numerosa descendencia. Entre esos descendientes hubo notables hombres públicos, gobernadoresy militares. Los ejecutores del traslado de Ibatín a la actual ubicación de SanMiguel de Tucumán, en 1685, Diego deSalas y Valdez y Felipe García de Valdez, se cuentan entre ellos.
DoñaFortunata se casó con un pariente, varios años mayor que ella, el doctorDomingo José García, abogado graduado en Chuquisaca, patriota de destacadaactuación al inicio de la revolución deMayo. Colaborador de Belgrano, gobernaba desde Salta esta provincia al tiempode la batalla del 24 de septiembre de 1812. El doctor García era viudo de doña Bernardina Arroyo, con hijos, cuandose casó con Fortunata, y tuvieron también varios hijos, entre los que se cuentael doctor Próspero García, que fue también ilustre gobernador de Tucumán.
Locierto es que al tiempo de la proclama del 7 de abril de 1840, que generó la“Liga del Norte” en actitud deresistencia a Rosas, doña Fortunata ya era viuda, puesto que el doctor Garcíafalleció en 1834.
Lareacción rosista ante el levantamiento que reconocía a Marco Avellaneda comolíder fue muy severa: se envió a un ejército comandado por el general orientalManuel Oribe, que arrasó a las fuerzas unitarias de Lavalle en Famaillá, (19 deSeptiembre de 1841) provocando la huida hacia el Norte de los que se salvaron.Muchos fueron aprisionados y muertos. Una partida siguió a los derrotados hastaMetán, y allí, entre otros, capturaron a Marco Avellaneda. Fue degollado y su cabeza llevada a Tucumán paraser exhibida en la plaza principal para escarmiento de los insurrectos.
En la casa de doña Fortunata (ubicada en la hoy calle San Martín séptima cuadra, vereda norte, a la altura de la numeración 675 o 677, cf. investigación de Carlos Páez de la Torre) se alojaba, por imperio de la fuerza de los vencedores, el coronel Carvallo, un oficial uruguayo a quien Oribe había nombrado jefe de la plaza. Hay variasversiones acerca de los hechos que siguieron.
Según algunos, contando con la benevolencia de Carvallo, doña Fortunataen persona desclavó la cabeza de la pica y procedió a inhumarla. Según otros,ella pidió a Carvallo que la sacase, éste accedió y se la entregó envuelta enuna manta. También se dice que acompañaban a Fortunata dos de sus hermanas yCarvallo, en el retiro del sangriento trofeo. Hay más versiones con detallesdel humanitario gesto, que inscribió a la señora de García entre las figurashistóricas de Tucumán.
La tradición perduró en relatos transmitidos de boca en boca, hasta quefue recogida por los historiadores que hablaron con testigos, como AdolfoSaldías o Paul Groussac. En 1977, Juan M. Méndez Avellaneda, en un medulosoestudio (“Alejandro Heredia- Marco Avellaneda, Tucumán 1838-1841”) agrega otrosdatos recogidos de inmejorables fuentes. Entre ellos, cita una carta de RosaEsteves quien relata pormenorizadamente el episodio del rescate de la cabeza.
También ha conservado la tradición el relato de que, tras el hecho derecuperación de la cabeza, se habríadetenido a doña Fortunata, y que ésta se tragó papeles que comprometían amuchos por el levantamiento. Méndez Avellaneda, afirma que hay una carta deOribe ordenando la libertad de una “Matilde” García, que no sería otra que la propia Fortunata (Obracitada, pág. 238).
Lo cierto es que, en un caso singular en nuestra historia, esta valerosadama, cuyo nombre hoy recuerda una escuela y una calle de Tucumán, inscribió suvalentía en la tradición provincial.
Sus contemporáneos la veneraron como “heroína”, siendo muy respetadahasta su muerte. Fue una de las fundadoras de la Sociedad de Beneficencia, quepresidió. Falleció en Tucumán, en 1870.